15/1/2013. En el mundo de la investigación, seguramente al igual que en otros sectores, hay debates de fondo que no se terminan de cerrar. Intereses contrapuestos, inercias, ausencia de compromiso, pereza, lo que sea, pero no se completa el tema de publicaciones en Open Access.
Para los no familiarizado, la cuestión es la siguiente: los investigadores deben publicar sus resultados en revistas científicas para que su investigación quede validada gracias a los controles de calidad que impone el sistema científico. Hasta ahí todo correcto. Las revistas científicas reciben el material de sus autores y se encargan de someterlo al criterio de otros investigadores expertos en la cuestión, los revisores, quienes emiten un informe sobre la validez del material presentado por los autores. En función de estos informes, el editor de la revista decide si publicar el trabajo con algunos cambios, publicarlo tal cual está o descartarlo. En este proceso lo normal es que ni autores ni revisores cobren por su trabajo. Las revistas sí cobran a los autores por validar su trabajo, por otorgar ese sello de calidad. Nuevamente, hasta aquí todo aceptable.
A partir de aquí viene lo difícil de digerir. Muchas revistas, hasta ahora la mayoría, almacenan los artículos científicos en sus repositorios y piden dinero para que todos podamos acceder a ellos. De esta manera, los investigadores de forma directa así como las bibliotecas universitarias o de centros de investigación se ven obligados a abonar importantes sumas de dinero para poder acceder al conocimiento científico. Hay que tener en cuenta que las revistas ya cobraron a los autores por publicar-certificar sus trabajos, todo ello con dinero público, y luego cobran al resto de la comunidad para acceder a ese conocimiento científico, nuevamente con dinero público.
En los últimos años se está imponiendo la tendencia de las revistas en Open Access. Estas revistas tienen el mismo poder certificador que las demás y probablemente pidan dinero por hacer ese trabajo; ahora bien, la diferencia está en que finalmente ese conocimiento científico queda libremente disponible para los demás autores y para la sociedad en su conjunto, sin contraprestación económica. Resulta una alternativa más que razonable y con una componente ética innegable.
La motivación para escribir este artículo está en lo serio que se toman algunos esta cuestión. Es el caso de Aaron Swartz, brillante emprendedor con importantes contribuciones en el ámbito de la difusión de la información en Internet. Una de sus obsesiones fue hacer disponible el conocimiento científico para toda la sociedad. Esto le llevó a desarrollar un software que espiaba puertas abiertas en JSTOR, un sistema de archivo en línea de publicaciones académicas al que se puede acceder bajo suscripción. Al encontrar estas puertas abiertas, descargaba el contenido y lo ponía a disposición de todo el mundo a través del sistema torrent. Las autoridades estadounidenses se tomaron la acción de Aaron Swartz muy en serio y lo pretendían procesar por infringir derechos de copyright. Se ve que Aaron Swartz no soportó la presión ni aceptó la situación y acabó con su vida el pasado 11 de enero de 2013.
A modo de homenaje, muchos investigadores han puesto a disposición de la comunidad y de toda la sociedad sus publicaciones, fruto de sus investigaciones. Y yo me uno. Desde hoy todas mis publicaciones están disponibles en formato pdf para su libre descarga en mi perfil de Mendeley, al que se puede acceder aquí. Mendeley es una interesantísima herramienta para conseguir publicar en la red los trabajos, en tanto que resulta inmediato importarlos y aparecen disponibles en nuestro perfil público. Sencillo, rápido y elegante.
Y si alguna revista me pide que retire el pdf, lo que haré será simplemente no volver a trabajar con ellos y recomendar a otros lo mismo. Ya está bien.
Francisco Machín.